Boletín electrónico de Arte Pesebre
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La Perspectiva en el belén.



Una fórmula para determinar concretamente la altura del tablado en donde deben situarse las figuras del Belén, a partir de las que ocupan el primer término.

La mayoría de los tratados de belenismo o de técnica constructiva que conocemos, suelen pasar por alto ciertos aspectos del montaje, que aún cuando a primera vista no parecen tener gran importancia, es cierto que realmente la tienen cuando tratándose de representar el simulacro para ser contemplado a tan corta distancia el detalle más insignificante puede contribuir, según sea acertado o desacertado, a dar al cuadro plástico impresión de realidad o de vida, o, por el contrario, a sugerir en el observador la idea de lo inverosímil.

Tal es lo que sucede al tratar de determinar concretamente y con el debido acierto la altura del tablado en donde debemos situar las figuras que ocupan el primer término, problema que varía en cada caso, según sea la altura de las figuras que deban escenificarse.

Así, al tratar de fijar la altura del horizonte en el cuadro plástico, se suele incurrir en la confusión de referirse sólo al espectador, o sea, al horizonte que corresponde a la vista del que contempla el Belén, estableciéndolo, por ejemplo, a 1'50 m del suelo; pero este horizonte no puede en modo alguno independizarse del que corresponde a las figuras que ocupan el primer término, a las que tiene que referirse, ya que de lo contrario tendríamos que admitir necesariamente el absurdo de dos horizontes en un mismo cuadro, a saber: uno, el que corresponde al observador, y otro, el de las figuras que éste contempla situadas en el primer término.


Gráfico para comprender en qué consiste la línea del horizonte con relación al observador.


¿Cómo puede suponerse que las figuras situadas en un tablado, por ejemplo, de 1'20 m. de altura, vean su horizonte a 1'50?
Si nos proponemos explicarnos esta rara anomalía, veremos como obedece a la costumbre de seguir la rutina de montar el Belén como destinado a los niños para que los pequeños puedan contemplarlo cómodamente, sin advertir que el Pesebre artístico ni gusta a los niños ni es para niños.

Este hecho, al que por lo común no se ha dado la importancia que realmente tiene para los efectos de una perspectiva correcta, reclama la existencia de una regla infalible y aplicable, según los casos, figuras de diferentes alturas, siempre a base de las que deban ocupar el primer término y esté más próximo al espectador, debiéndose notar que solamente en un caso puede coincidir el horizonte a la altura de la vista del espectador y de las figuras, si éstas fuesen de tamaño natural y estuviesen situadas al nivel del suelo, lo cual no sucede nunca.

Teniendo esto en cuenta analizamos esta cuestión estable haciendo en primer lugar, cual sea la estatura (como promedio), de una persona, pero entendiendo como altura, en rigor más bien la altura de los ojos con relación al suelo.




La primera es defectuosísima, la segunda es defectuosa y la tercera, es donde se representa un Pesebre bajo, con visera, es incómoda, por la posición forzada a que se ve obligado el espectador.





Sección de un Pesebre para que se comprenda en que consiste la perspectiva del mismo desde el punto de observación. La parte sombreada de la figura AA' BB' que se encuentran junto a la abertura, representa el alcance del primer término, comienza en rigor, el cono visual, y no antes.


La media de la talla española es de 1'47. Conocido este promedio, podemos resolver la incógnita del modo siguiente: designando por las iniciales A:V:= Altura de la vista; A.F.=Altura de las figuras del primer término, y A.T.= Altura del tablado, tenemos:
A.V. - A.F. = A.T.

O sea, sustituyendo las iniciales por lo que representan, pongamos un ejemplo: Altura de la vista del espectador, 1'47; menos la altura de las figuras del primer término (supongamos 18 cm.), es igual a la altura del tablado, o sea, 1'29.
Que la aplicación de esta fórmula es conveniente para los efectos de una perspectiva correcta, lo demuestra el resultado de esta experiencia. No obstante, hay que tener en cuenta, para comprenderlo, que situando el tablado como suele hacerse aproximadamente a 1'20 del suelo con figuras de poca altura, el espectador contemplará la escena como si (a proporción), se situara en un tercer piso, y ya sabemos que la perspectiva cuanto más elevada más deforma los cuerpos ante nuestra vista; pero además estas mismas figuras no podrán en modo alguno verse en la
relación justa que corresponde al ambiente o a la perspectiva aérea, que su contorno a perfiles no se recortarán en el ambiente, sino que tendrán por fondo el suelo o piso del tablado, lo cual perjudicará en gran manera el aspecto de realidad por falta del claroscuro que reclama una escena compuesta a base de distancias relativas, que es precisamente lo que produce la impresión de la lejanía y del aire interpuesto entre los tres términos y el observador, ya que las figuras que no se perfilan en el aire de que están envueltas, más bien parecerán pegadas en toda su extensión en el plano del suelo que pisan.

No quiere decir esto que no pueda ser el terreno más o menos accidentado después del primer término, pues ya se ha dicho que la fórmula refiere a este primer término, que por lo general es el que ocupan las figuras más importantes del conjunto sobre todo los de la Sagrada Familia y sus complementarias.




A mayor altura de las figuras, corresponde menor altura del tablado. El observador que contempla el pesebre provisto de marco o visera, aun cuando esta sea muy profunda y de poca abertura, puede contemplarlo cómodamente sin verse obligado a soportar actitudes violentas.




Solución que hace compatible varios puntos de vista en un Belén de gran público.

 
Colaboración con el boletín de Domingo Ortiz de Almería
 
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